
Desde los diez años jamás me ha emocionado una eliminatoria de México para llegar al mundial. Confieso que nunca fui un niño que gustara de jugar futbol, sino más bien lo contrario: el juego de pelota constituyó un trauma severo en mi infancia, me daba pavor el contacto con otros niños y la siempre latente posibilidad de marcar mi rostro con una mancha dolorosa, sucia y peligrosamente infecciosa de un balón.
En mi niñez jugué dos veces al futbol, de la primera acuso a mi madre, quien me lanzó a una jauría de niños, para colmo americanistas, con tal de que no jodiera la conversación de sus amigas.
La segunda fue entrada la secundaria, o juegas o repruebas. Saqué ocho y sangré de mi nariz.
Fuera de estas dos extraordinarias ocasiones (tanto que hasta las recuerdo), nunca volví a patear un balón. Ni siquiera, a tocar un balón.
Pero, a los diez años me emocioné con la eliminatoria para el mundial de Estados Unidos, 1994.
Ahora que lo veo a distancia, sé bien que nunca me interesó la jugada de Zague o la estrategia del guardameta Campos, (tampoco me interesó el colorido atípico de su uniforme, ergo: nunca quise ser Dark Queen) me interesaba la emoción, veía todo el partido por un solo momento: las imágenes en vivo que se transmitían del Ángel de la Independencia cuando México ganaba.
En la arena política todo se definía a balazos, la represión en las calles se sentía, el asesinato de Colosio y el de Ruiz Masseui apenas se dibujarían en la historia, supongo que el futbol representó la cartársis de una sociedad agonizante.
Hoy, la sociedad agoniza aún más. Las imágenes del Ángel solo me dan cierta nostalgia, hasta me obligan a escribir un post, pero, francamente, con interés periodístico, ruego por que México pierda, por que no califique, ruego por el morbo que me causaría caminar en Reforma con un pueblo hundido en la total depresión.
Pero mi morbo se acaba en este justo instante cuando México anota su cuarto gol contra el Salvador. Las maletas están garantizadas, ¡nos vamos al mundial, nos vamos al mundial!
Como siempre, regresaremos antes de los cuartos de final. Nos daremos un pasón de fut por unos meses, luego, de vuelta a la realidad.
Mientras, una cerveza y una buena carne me acompañarán.
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